domingo, 24 de mayo de 2009

Próxima parada: Leningrado

¿Quién no se ha enamorado de una ciudad a través de las descripciones que ofrece un libro?, quién no ha deseado viajar a esa ciudad, para conocer todos sus secretos y con ello averiguar a través de los retratos que quedan en el presente las grandes historias del pasado. 

L’agulla daurada, cuya autora, Montserrat Roig, ejerce a la vez de protagonista. presenta las dos caras de la periodista. Ya que por una parte podemos apreciar como Roig aterriza en la actual Sant Petersburgo, antigua Leningrado, para documentarse sobre qué ocurrió durante la ocupación nazi en la ciudad. Cual cuaderno de bitácoras, la escritora cuenta sus vivencias en la ciudad, donde conocemos sus problemas con su guía Nicolai, su sentimiento de soledad en un país del que sólo conoce la historia, a pesar de que cuando habla de si misma, el lector puede apreciar cierta superficialidad. En cambio, cuando Roig pasea por la ciudad, su textura y detalles en el momento de escribir adoptan un tono cordial que permiten al lector sumergirse en la Rusia de hace ya dos siglos, viajar a la época de los Zares y Zarinas que una vez pisaron el Palacio de Invierno, poder observar a través de sus ojos la escultura del escritor y poeta Alekxandr Puixkin, de quien explica su vida, sin olvidar al gran Dostoievski, pues tiene la oportunidad de visitar su última vivienda, donde escribió Los hermanos Karamàzov, y residió con su segunda mujer Anna Grigorievna. Podemos apreciar grandes fragmentos como este: “La belleza no es solamente una cosa terrible, es, además misteriosa. Dios y el Diablo luchan por conseguir su dominio, y el campo de batalla es el corazón del hombre” (pagina 109).

Aunque el modo en que está escrito el libro posee una magia que cautiva al lector en una experiencia personal y histórica, cabe destacar que los primeros parágrafos pueden llegar a cansar al lector, pero todo aquel que quiera conocer los secretos que ofrece la ciudad, debe darle una oportunidad al libro ya que al final deseas poder coger un vuelo hacia San Petersburgo y plantarte delante del edificio del Almirantazgo para contemplar la belleza que posee la aguja dorada.

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