lunes, 2 de marzo de 2009

Sitges nos disfraza

Es curioso, el otro día me dijeron que nos disfrazamos de lo que realmente somos o quisiéramos ser. Pero ya hace diecisiete años desde la primera vez que me convertí en luna, también fui pipi calzas largas, una princesa árabe y muchos otros personajes. Ese día puedes salir a la calle en pijama y la gente pensará que tu disfraz es muy original, pero si lo haces uno de los 364 días restantes solamente serás un lunático para los residentes de tu ciudad.

Unos juegan su papel en Venecia, otros bailando al son de Rio de Janeiro, en las islas Canarias también viven el carnaval hasta el final. Pero mi experiencia comienza y termina en Sitges, un pueblo tranquilo que todo el año duerme a la orilla del mar. Como una hippie aterricé en Sitges sobre las diez, mientras andaba con mis compañeros, una hippie y dos mujeres bastante barbudas, ya se notaban las copas de más en algunos de los participantes a este teatro global. Al llegar a la playa, la Rua continuaba su trayecto, gran espectáculo supongo, pero la hiperactividad que me invadía no me permitió parar a observarla demasiado rato. La noche transcurría deprisa, la locura, el alcohol, los bailes, el caos de personajes que se amontonaban a tu alrededor, las fotos que mañana contaran el gran momento. Supongo que Glastonbury se quedaba pequeño al lado de la experiencia que ofreció este pequeño pueblecito ese día, disfrazado de gran ciudad. 

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